lunes, 23 de julio de 2012

La Batalla Naval del Lago de Maracaibo

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Librada el 24 de julio de 1823 resultó una acción decisiva en las campañas navales de la Independencia. En dicha batalla se enfrentó la escuadra republicana dirigida por el general José Prudencio Padilla, comandante del tercer departamento de Marina y de las operaciones sobre el Zulia y la realista mandada por el capitán de navío Ángel Laborde y Navarro, Comandante del apostadero de Puerto Cabello y segundo jefe de la armada española sobre Costa Firme. La escuadra patriota estaba compuesta por los bergantines: Independiente, Marte, Fama, Confianza y Gran Bolívar; las goletas: Espartana, Independencia, Manuela, Chitty, Emprendedora, Aventina, Peacock, Antonia Manuela y Leona. En cuanto a las fuerzas realistas las mismas estaban conformadas por el bergantín San Carlos, los bergantines-goletas: Esperanza y Riego o Maratón; la goleta de gavias Especuladora; las de velacho: María Salvadora, Estrella, Cora, Mariana, Rayo, María Habanera y Zulia; las flecheras: Atrevida y Maracaibera; los pailebotes: Guajira y Monserrat, los faluchos: Resistencia, Mercedes, Brillante, Relámpago y Pedrito y las piraguas: Raya, Duende, Palomera, Esperanza, Félix María, Altagracia, San Francisco y Corbeta, con un total de 49 cañones, 14 carronadas, 4 obuses, individuos de tropa y 670 de marinería, incluidos jefes y oficiales.
Luego de haber tenido 3 encuentros parciales con la española, la escuadra republicana se apostó en el puerto de Moporo, donde pasó la primera quincena de julio sin actividades de mayor importancia hasta el 17 en que el comandante Labordex envió a Padilla una intimación que éste rechazó, por lo que los días subsiguientes transcurrieron en febril actividad bélica, en el que ambos comandantes se mantuvieron acondicionando sus buques, concentrando provisiones y adiestrando sus tripulaciones con miras al combate. En la tarde del 23 la escuadra realista se dirigió a la costa occidental del lago en las inmediaciones de Capitán Chico y fondeó entre este sitio y Bella Vista, al norte de Maracaibo, quedando en línea de combate, pero la republicana permaneció en la vela hasta el anochecer que fue a dar fondo en Los Puertos de Altagracia, quedando todos los buques en una línea paralela a la costa oriental, avanzando las fuerzas sutiles hasta Punta de Piedra. Al amanecer del 24 los comandantes de los buques republicanos fueron llamados al bergantín Independiente, donde el general Padilla les dio las últimas instrucciones para el combate, efectuando algunos cambios y no satisfecho aún, a las 10:30 a.m., pasó personalmente a bordo de toda la escuadra, con el objeto de arengar a sus dotaciones y animarlas de un modo eficaz para que, llegado el momento de atacar a los realistas, lo hicieran con la mayor intrepidez y entusiasmo. A las 10:40 a.m. roló el viento al noroeste y 10 minutos después se hizo la señal de prepararse a dar la vela, pero habiendo aflojado llamándose al sur, se reservó la decisión de levar anclas hasta que se afirmase la brisa por donde fuera favorable, pese a que todo lo invitaba a atacar la escuadra realista que se hallaba fondeada a su frente en una línea paralela a la costa y muy próxima a ella.
A las 2 p.m., se ordenó al comandante de las fuerzas sutiles levar y seguir sobre las embarcaciones realistas de su clase, en atención a que por su menor andar debía adelantarse; a las 2: 20 p.m., hicieron la señal de dar la vela, y minutos después la de formar la línea de frente para atacar al mismo tiempo a todos los buques enemigos que, observando aquellos movimientos que se acordaron. Como el bergantín Marte estaba situado a barlovento y el Independiente, a sotavento, fueron proporcionando el andar de modo que quedase y siguiese perfectamente bien formada la línea de batalla para lograr la ejecución del plan que Padilla se había propuesto, sin que por esto se dejasen de hacer las señales que fuesen menester a cada uno de los que se desviasen de su sitio. Los buques republicanos avanzaron con rapidez sobre la escuadra realista que se mantuvo anclada en espera del ataque; el ala sur de la escuadra la llevaba el general Padilla y el ala norte estaba a las órdenes del capitán del navío Nicolás Joly, cortando la retirada hacia la bahía. A las 3:04 p.m., colocaron la señalar de abordar al adversario dejándola izada no obstante haber sido contestada por todos los buques, para manifestar con ello que ninguna cosa restaba por hacer. A las 3:45 p.m., la flota realista abrió fuego sobre las escuadras patriotas, pero la escuadra de Colombia la Grande, prosiguió avanzando sin disparar un tiro; hasta que estando cerca rompieron los fuegos de cañón y fusilería. Al romperse los baupreses, el bergantín Independiente, se echó sobre el San Carlos, y se dio comienzo al abordaje, fase con la cual se decidió la victoria para los republicanos. Como consecuencia del ataque patriota, fueron destruidos muchos buques realistas y capturados otros. Los realistas en la más angustiosa situación picaron los cables y trataron de escapar haciéndose a la vela; pero fracasaron en su intento, pues sus buques mayores fueron hechos prisioneros. La mayor parte de la tripulación del San Carlos se arrojó al agua e igual suerte corrió la de los otros buques, excepto la del bergantín-goleta Esperanza, que fue destruida por una explosión. En definitiva, sólo tres goletas lograron escapar y se pusieron al abrigo del castillo San Carlos.
Terminada la jornada el general Padilla ordenó que la escuadra diese fondo allí donde había combatido. Poco después se dirigió a Los Puertos de Altagracia a reparar las averías de sus naves. Por su parte, el comandante Ángel Laborde pasó al castillo, ganó luego la barra, tocó en Puerto Cabello y con el archivo del apostadero se dirigió a Cuba. Las pérdidas de los republicanos fueron de 8 oficiales y 36 individuos de tripulación y tropa muertos, 14 de los primeros y 150 de los segundos heridos y un oficial contuso, mientras que la de los realistas resultaron mayores, sin contar los 69 oficiales y 368 soldados y marineros que quedaron prisioneros. En 2 horas de recio combate, se decidió la acción, la cual, abrió camino de las negociaciones con el capitán general de Venezuela, quien a concluirlas el 3 de agosto siguiente, se obligó a entregar el resto de los buques españoles, la plaza de Maracaibo, el castillo San Carlos, el de San Felipe en Puerto Cabello, así como todos los demás sitios que ocupaban los españoles y el día 5 evacuó definitivamente el territorio nacional.