Librada el 24 de julio de 1823 resultó una acción
decisiva en las campañas navales de la Independencia. En dicha batalla
se enfrentó la escuadra republicana dirigida por el general José
Prudencio Padilla, comandante del tercer departamento de Marina y de las
operaciones sobre el Zulia y la realista mandada por el capitán de
navío Ángel Laborde y Navarro, Comandante del apostadero de Puerto
Cabello y segundo jefe de la armada española sobre Costa Firme. La
escuadra patriota estaba compuesta por los bergantines: Independiente,
Marte, Fama, Confianza y Gran Bolívar; las goletas: Espartana,
Independencia, Manuela, Chitty, Emprendedora, Aventina, Peacock, Antonia
Manuela y Leona. En cuanto a las fuerzas realistas las mismas estaban
conformadas por el bergantín San Carlos, los bergantines-goletas:
Esperanza y Riego o Maratón; la goleta de gavias Especuladora; las de
velacho: María Salvadora, Estrella, Cora, Mariana, Rayo, María Habanera y
Zulia; las flecheras: Atrevida y Maracaibera; los pailebotes: Guajira y
Monserrat, los faluchos: Resistencia, Mercedes, Brillante, Relámpago y
Pedrito y las piraguas: Raya, Duende, Palomera, Esperanza, Félix María,
Altagracia, San Francisco y Corbeta, con un total de 49 cañones, 14
carronadas, 4 obuses, individuos de tropa y 670 de marinería, incluidos
jefes y oficiales.
Luego de haber tenido 3 encuentros parciales con la
española, la escuadra republicana se apostó en el puerto de Moporo,
donde pasó la primera quincena de julio sin actividades de mayor
importancia hasta el 17 en que el comandante Labordex envió a Padilla
una intimación que éste rechazó, por lo que los días subsiguientes
transcurrieron en febril actividad bélica, en el que ambos comandantes
se mantuvieron acondicionando sus buques, concentrando provisiones y
adiestrando sus tripulaciones con miras al combate. En la tarde del 23
la escuadra realista se dirigió a la costa occidental del lago en las
inmediaciones de Capitán Chico y fondeó entre este sitio y Bella Vista,
al norte de Maracaibo, quedando en línea de combate, pero la republicana
permaneció en la vela hasta el anochecer que fue a dar fondo en Los
Puertos de Altagracia, quedando todos los buques en una línea paralela a
la costa oriental, avanzando las fuerzas sutiles hasta Punta de Piedra.
Al amanecer del 24 los comandantes de los buques republicanos fueron
llamados al bergantín Independiente, donde el general Padilla les dio
las últimas instrucciones para el combate, efectuando algunos cambios y
no satisfecho aún, a las 10:30 a.m., pasó personalmente a bordo de toda
la escuadra, con el objeto de arengar a sus dotaciones y animarlas de un
modo eficaz para que, llegado el momento de atacar a los realistas, lo
hicieran con la mayor intrepidez y entusiasmo. A las 10:40 a.m. roló el
viento al noroeste y 10 minutos después se hizo la señal de prepararse a
dar la vela, pero habiendo aflojado llamándose al sur, se reservó la
decisión de levar anclas hasta que se afirmase la brisa por donde fuera
favorable, pese a que todo lo invitaba a atacar la escuadra realista que
se hallaba fondeada a su frente en una línea paralela a la costa y muy
próxima a ella.
A las 2 p.m., se ordenó al comandante de las fuerzas
sutiles levar y seguir sobre las embarcaciones realistas de su clase, en
atención a que por su menor andar debía adelantarse; a las 2: 20 p.m.,
hicieron la señal de dar la vela, y minutos después la de formar la
línea de frente para atacar al mismo tiempo a todos los buques enemigos
que, observando aquellos movimientos que se acordaron. Como el bergantín
Marte estaba situado a barlovento y el Independiente, a sotavento,
fueron proporcionando el andar de modo que quedase y siguiese
perfectamente bien formada la línea de batalla para lograr la ejecución
del plan que Padilla se había propuesto, sin que por esto se dejasen de
hacer las señales que fuesen menester a cada uno de los que se desviasen
de su sitio. Los buques republicanos avanzaron con rapidez sobre la
escuadra realista que se mantuvo anclada en espera del ataque; el ala
sur de la escuadra la llevaba el general Padilla y el ala norte estaba a
las órdenes del capitán del navío Nicolás Joly, cortando la retirada
hacia la bahía. A las 3:04 p.m., colocaron la señalar de abordar al
adversario dejándola izada no obstante haber sido contestada por todos
los buques, para manifestar con ello que ninguna cosa restaba por hacer.
A las 3:45 p.m., la flota realista abrió fuego sobre las escuadras
patriotas, pero la escuadra de Colombia la Grande, prosiguió avanzando
sin disparar un tiro; hasta que estando cerca rompieron los fuegos de
cañón y fusilería. Al romperse los baupreses, el bergantín
Independiente, se echó sobre el San Carlos, y se dio comienzo al
abordaje, fase con la cual se decidió la victoria para los republicanos.
Como consecuencia del ataque patriota, fueron destruidos muchos buques
realistas y capturados otros. Los realistas en la más angustiosa
situación picaron los cables y trataron de escapar haciéndose a la vela;
pero fracasaron en su intento, pues sus buques mayores fueron hechos
prisioneros. La mayor parte de la tripulación del San Carlos se arrojó
al agua e igual suerte corrió la de los otros buques, excepto la del
bergantín-goleta Esperanza, que fue destruida por una explosión. En
definitiva, sólo tres goletas lograron escapar y se pusieron al abrigo
del castillo San Carlos.
Terminada la jornada el general Padilla ordenó que la
escuadra diese fondo allí donde había combatido. Poco después se dirigió
a Los Puertos de Altagracia a reparar las averías de sus naves. Por su
parte, el comandante Ángel Laborde pasó al castillo, ganó luego la
barra, tocó en Puerto Cabello y con el archivo del apostadero se dirigió
a Cuba. Las pérdidas de los republicanos fueron de 8 oficiales y 36
individuos de tripulación y tropa muertos, 14 de los primeros y 150 de
los segundos heridos y un oficial contuso, mientras que la de los
realistas resultaron mayores, sin contar los 69 oficiales y 368 soldados
y marineros que quedaron prisioneros. En 2 horas de recio combate, se
decidió la acción, la cual, abrió camino de las negociaciones con el
capitán general de Venezuela, quien a concluirlas el 3 de agosto
siguiente, se obligó a entregar el resto de los buques españoles, la
plaza de Maracaibo, el castillo San Carlos, el de San Felipe en Puerto
Cabello, así como todos los demás sitios que ocupaban los españoles y el
día 5 evacuó definitivamente el territorio nacional.