miércoles, 4 de mayo de 2022

Crónica de Guaribe: Juan Bautista Sifontes Arveláez

                                                     Juan Bautista Sifontes Arveláez




Msc. Soraya González Rojas.

Cronista Oficial Municipal. 

            Agradeciendo la cortesía de nuestro gran colaborador Ismael Sifontes Amundaray, hoy llega a ustedes esta interesante crónica, la cual reseña a un personaje de nuestra localidad, como lo es el señor  Juan Bautista Sifontes Arveláez, quien nació en la población de Guanape – Edo. Anzoátegui, el 14 de Febrero de 1887. Es el segundo de siete hermanos que nacieron del matrimonio de Jesús María Sifontes Pérez y Carmen Arveláez Arvelo. Sus hermanos fueron: Inés María, Paula, Isidro, Carmen, Lucía y Trina. Es poco lo que se conoce de su infancia. En la misma Guanape, conoce a Adolfa Viana Amundaray, con quien contrae nupcias. De su unión nacen diez hijos, a saber: Carmen Lucila, Juan Bautista “Juancho”, Tomás Antonio, Rosa María “La Negra”, Ismael, María Enriqueta, Lastenia, Delia, Pedro Domingo y Adolfina. Desde joven se dedicó a la agricultura trabajando como caporal en la hacienda “Golfo Rico”, propiedad de un Señor de Guanape, sembrando café. Luego, para 1920, se mudó con su familia a trabajar en un sitio del Edo. Miranda llamado San Pedro, en límites con el Estado Bermúdez, hoy Anzoátegui. De allí, se trasladó hasta el sitio llamado El Cerro del Diablo, cerca de Valle Guanape, donde construyó una casa, y se dedicó al cultivo de tabaco, café, cacao y caña, última con la cual elaboraba papelón. Por lo húmedo del ambiente no se aprovechaba bien el tabaco, y a causa de unos deslaves que casi derrumban la casa por completo, se mudan a San José de Guaribe, donde ya estaba residenciada su hija mayor, Carmen Lucila, quien había contraído matrimonio en 1935 con Carlos María Álvarez Rojas -“El Catire Álvarez”-, además, también vivían su hermano y hermanas Sifontes Arveláez. Ya el 08 de febrero de 1931 había recibido la iniciación masónica en la Respetable Logia “Luz y Armonía” N° 83, de la cual sería Venerable Maestro en reiteradas ocasiones, lo que también le vinculaba a esta población.

            Su amigo, compadre y hermano masón Pedro Armas Rodríguez, le ofreció trabajar por negocio en la finca “El Paradero” con ganado vacuno macho, propuesta que rechaza a propósito de la unión matrimonial de su hermana Paula con Rafael María Rojas Apodaca, con quien establece un negocio en ganado vacuno y cultivos menores, comprándole en 1938 el 50% de la finca “Quebrada Colorada”, por documento registrado, firmando a ruego del vendedor Emilio Zeiden y como testigo Elías Palacio López. En esa propiedad comienza un progresivo trabajo agropecuario: fundando potreros a filo de hacha; concediendo conucos a los obreros por negocio, dándoles la semilla y la tierra obteniendo él la primera opción de compra de las cosechas; criando ganado lechero para hacer queso llanero, el cual le vendía al Señor Pedro Vega, también masón, quien venía de Altagracia de Orituco; cría de novillos, cerdos, bestias y mulas.

            En los primeros años vivían en una modesta casa de techumbre de escandula en la finca, y al comenzar las clases en la escuela del Bachiller José Antonio González y la Señorita Aurea Rojas Medina, inscribe a sus hijos y se mudan al pueblo alquilando la casa que hoy pertenece a la Señora Urania Aragort de Armas. De ahí, en 1946, compra la que sería su casa residencial en la calle Sucre cruce con Joaquín Crespo al Señor Octavio Chacín, con un potrero que sería las riveras del río Guaribe que colindan hoy en la calle Orituco. En esa casa hoy habitan sus bisnietos, los hermanos Sifontes Amundaray.

            Junto a él, en la finca, trabajaban sus hijos Tomás e Ismael, y su incondicional capataz Santos Zacarías. Al morir el referido Rojas Apodaca, hereda su hermana Paula, y ésta al morir en 1967, le hereda a Juan Bautista Sifontes A. el 25% del 50% restante de la finca, concediendo el otro 25% a su hermano Isidro. Lo que quiere decir, que asume desde entonces el 75% de la propiedad total, la cual trabajó con esmero y dedicación hasta ya alcanzados sus 90 años de edad, donde decide vender al Señor Antonio Caló, inmigrante italiano residenciado en las inmediaciones de Guaribe.

            Es de recordar que en 1944 fue secretario del juzgado, y en 1952 Jefe Civil, bajo el régimen de Marcos Pérez Jiménez, situación histórica que vale la pena observar, puesto que lo que caracterizaba la designación de una autoridad civil durante el régimen era que debían ser hombres honorables y de gran atribución moral. Alcanza una ancianidad tranquila, partiendo de este mundo el 26 de abril de 1978, a los 91 años. Fue sepultado en el cementerio de San José de Guaribe.