miércoles, 5 de abril de 2017

Conmemoramos Muerte de Gallegos en BPCRG

Para conmemorar el fallecimiento del escritor Rómulo Gallegos murió el 5 de abril de 1969 y se realizó el conversatorio en el que se conoció la biografía, libros que se encuentran en nuestra Biblioteca Pública Rómulo Gallegos, y vieron un vídeo acerca del trabajo realizado a lo largo de su vida y logros.
La actividad forma parte de la cátedra "Rómulo gallegos" que organiza la Red de Bibliotecas y coordinador por la profesora Sara Prada. 
En la actividad estuvo presente Soraya González, cronista de San José de Guaribe, Carlos Avecedo, Guy González, Pedro Alcala, comunidad y funcionarios.
González, reconocido pintor del municipio,  manifestó lo que representó Gallegos para los venezolanos, asimismo recordó la historia de Doña Bárbara y cómo fue la historia del escritor. 



Novelista y político venezolano. Rómulo Gallegos hizo estudios universitarios de Agrimensura y de Derecho en la Universidad Central de su país, pero no llegó a terminarlos. Empleado de ferrocarriles y profesor en colegios privados, llegó a ser subdirector de la Escuela Normal y director del Liceo de Caracas (1922-1928).
El dictador Juan Vicente Gómez le nombró en 1931 senador por el estado de Apure, pero sus convicciones democráticas le hicieron expatriarse y renunciar al cargo. En 1935, muerto el dictador, Rómulo Gallegos volvió a Venezuela, y en 1936 fue nombrado ministro de Educación en el gobierno de López Contreras, cargo al que también renunció por los mismos escrúpulos morales.
En 1947 fue elegido presidente de la República, pero fue derrocado al año siguiente por una junta militar encabezada por Carlos Delgado Chalbaud. Exiliado de nuevo en Cuba y México, Rómulo Gallegos regresó a su país al ser liberado éste de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958.
En sus comienzos de narrador, Rómulo Gallegos publicó Los aventureros (1913), una colección de relatos. Siguió a esta obra El último Solar (1920), una novela que reeditaría en 1930 con el título de Reinaldo Solar, historia de la decadencia de una familia aristocrática a través de su último representante, en el que se adivina a su amigo Enrique Soublette, con quien fundara en 1909 la revista Alborada.
Escribió después La trepadora (1925), con un personaje femenino, Victoria Guanipa, ambiciosa y sin escrúpulos. Doña Bárbara (1929) es una verdadera epopeya que tiene como escenario la llanura venezolana. Cantaclaro (1934) es la novela de un cantante popular que recorre las aldeas y los campos. Canaima (1935) narra la existencia ruda de unos hacendados en las orillas del Orinoco. Posteriormente publicó Pobre negro (1937), El forastero (1942), Sobre la misma tierra (1943), La brizna de paja en el viento (1952), La posición en la vida (1954) y La doncella y el último patriota (1957), obra ésta con la que obtendría el premio Nacional de Literatura.
Hay unanimidad en señalar Doña Bárbara (1929) como la más importante de las obras de Rómulo Gallegos, en la medida en que con ella se inicia una brillante época para toda la novelística sudamericana: la de las grandes historias autóctonas (carentes de toda influencia europea) cuyo eje se constituye a partir de sucesos y personajes fascinantes salidos de un entorno apenas explorado: el altiplano, la llanura y las enormes selvas de América. En ella escenificó la vieja oposición entre civilización y barbarie, tributaria de la tradición humanista liberal del siglo XIX, mediante el recurso a una simbolización de personajes, ambientes y descripciones que puede, a ratos, parecer esquemática, pero que es de una gran eficacia narrativa.
Más que una novela costumbrista o criollista, Doña Bárbara es una gran epopeya autóctona, animada a ratos por una espléndida fuerza lírica. Todo en ella gira y se mueve sobre un espacio fascinante, la llanura venezolana, de cuyo seno, duros y valientes, surgen los hombres y las mujeres, agitados por las más complejas emociones. A la inspiración desbordante de Rómulo Gallegos se une aquí un arte original y criollísimo, con el cual se describen esos personajes ya clásicos en la literatura venezolana y de todo el continente: Santos Luzardo, Pajarote, Ño Pernalete, Mujiquita, El Brujeador, Marisela y, desde luego, doña Bárbara, símbolo patético y desconcertante que en la novela de Gallegos constituye la figura más reveladora.
El argumento de Doña Bárbara es simple pero apasionante. Santos Luzardo, un llanero que ha vivido gran parte de su vida en la ciudad, regresa a la sabana para recuperar las propiedades de su familia. Allí deberá enfrentarse con un mundo salvaje y fascinante, infectado de bestias peligrosas, donde el hombre se ve en la necesidad permanente de dominar la naturaleza para lograr sobrevivir. No menos complicado será el reto de enfrentarse a una sociedad rural regida por viejas tradiciones, por el autoritarismo y la arbitrariedad. Santos deberá luchar también contra aquellos que pretenden apropiarse de sus tierras, como es el caso de su vecina Doña Bárbara, una mujer sin escrúpulos, terrateniente aventurera y enigmática, atractiva y maléfica, que extiende su poder por toda la zona.
El joven e impetuoso Santos Luzardo no puede evitar sucumbir ante los encantos de esta hembra sensual y poderosa, quien a su vez se enamora de él. Finalmente, con ayuda de algunos peones fieles, las fuerzas del bien triunfan sobre el mal, la paz vuelve a reinar en la sabana y Doña Bárbara acaba por marcharse del lugar. Santos contrae matrimonio con su prima Marisela, una muchacha salvaje y tierna a la vez.
Doña Bárbara simboliza el alma primitiva y compleja de la hembra dominadora, y al mismo tiempo el espíritu de la tierra. Por eso no es posible decir que sea buena o mala; actúa de acuerdo con sus instintos, que la esclavizan y le infunden su obstinada y elemental energía. Frente a ella, Santos simboliza el espíritu civilizador que lucha y triunfa de sus poderes, inflamado y sostenido por el amor a la propia tierra que inútilmente doña Bárbara quiere mantener sujeta a su codicia tenebrosa.
En realidad, el triunfo de Santos Luzardo (que al fin le es dado por la huida de doña Bárbara, en un gesto de trágica resignación), no viene a ser otra cosa que el triunfo de la tierra, a la cual se consagrará definitivamente Luzardo, defendiéndola de sus muchos enemigos, y llevando a ella sus nobles propósitos de justicia y humanidad. Tal es en breve síntesis el fundamento de esta obra magistral que, por su contenido y sus muchas bellezas, constituye una de las creaciones más valiosas de la literatura americana de todos los tiempos. (tomada de http://www.biografiasyvidas.com)