*IV Conferencia Internacional “La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI”
El pensamiento ético – pedagógico
latinoamericano tiene un alcance universal y una gran riqueza ideológica que se
materializa en importantes pensadores, cuya trascendencia no sería posible
esbozar al margen del escenario histórico cultural en que se han desarrollado
nuestras naciones. Síntesis de ese pensamiento son precisamente, Simón Bolívar
y José Martí, los cuales legitiman la expresión más alta y acabada del
antiimperialismo, el latinoamericanismo, la dignifcación social, el patriotismo
y la independencia nacional, valores éstos que están en la esencia misma de los
proyectos de liberación de ambos pensadores y que conforman el corpus ético que
fundamentan la educación cívica ciudadana y que hoy día se levantan frente a
las pretensiones dominadoras de los centros de poder.
Bolívar y Martí tienen dentro de sus
aspiraciones fundamentales el logro de una patria nueva, no sólo por su riqueza
material, sino por la grandeza del alma y del razonamiento de sus hombres. En
la realización de este anhelo los valores morales se configuran como la fuerza
propulsora hacia la perfección humana. De ahí su marcada connotación humanista
y dignificadora que promueven la reflexión del presente trabajo, cuyo propósito
es develar la convergencia y vigencia de las ideas de ambos pensadores en el
contexto de la mundialización.
La ética Martiana y Bolivariana
constituye la base fundamental de la educación y la ideología, ambas
encaminadas a transformar la realidad social existente en función de un orden
político consecuente y representativo del poder de todos.
Simón Bolívar (1783-1830) fue un hombre
de pueblo que dedicó su vida a la lucha por la independencia latinoamericana.
Fue un hombre que supo advertir las necesidades y urgencia s del Continente y
sus naciones y en consecuencia supo definir los objetivos de la lucha
emancipadora hispanoamericana y se entregó consecuentemente al logro de ese
objetivo, a partir de una visión crítica de los gobiernos y formas de
gobiernos.
Resulta difícil esbozar el pensamiento
ético – pedagógico de Bolívar sin hacer referencia a su concepción de
independencia e integración, pues en su visión revolucionaria lo uno está
estrechamente vinculada a lo otro formando una unidad en la práctica social que
lo guiara en todas sus acciones. La ética siempre estuvo asociada a la
independencia constituyendo el objetivo principal de su vida expresado en
valores morales como el respeto, el patriotismo, la dignidad, el honor, la
honradez que se configuran en un ideal educativo tendiente a la libertad social
y personal.
Si bien en Simón Bolívar podemos
encontrar un pensamiento ético consagrado en la aspiración de la indecencia y
la libertad continental, no es éste precisamente un sistema de normas y
principios coherentemente fundamentado y articulado es sencillamente un
torrente de ideas que van emanando en sus escritos y discurso y que fueron
madurando en su vida cotidiana dejando para la posteridad lecciones morales
concretas que lo ha inmortalizado para siempre.
La riqueza teórica adquirida por Bolívar,
a través de su Maestreo Simón Rodríguez tiene sus antecedentes en las ideas del
Ilusionismo, el empirismo y el enciclopedismo y especialmente del legado
pedagógico de John Locke (1632 – 1704) y Jean Jacques Rousseau (1712- 1778), de
este consultó el Emilio, el Contrato Social, La Declaración de derechos del
hombre y el Ciudadano, los cuales de una forma u otra influyeron en su
conciencia independentista cuya esencia tendía a subvertir el régimen colonial.
El cultivo Bolivariano de la idea de la
libertad e independencia estuvo muy vinculado a la educación y la cultura,
ambas muy deterioradas en los pueblos latinoamericanos y de lo cual da fe en el
Discurso de Angostura, el 15 de Febrero de 1819:
“Uncido el Pueblo Americano al triple
yugo de la ignorancia, de la tiranía, y del vicio, no hemos podido adquirir, ni
saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las
lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiados, son los más
destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza y por el
vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición”.
La herencia legada por el colonialismo a
nuestras naciones ha sido generalizada durante años privando a los hombres de
todo el continente no sólo a la educación espiritual de sus derechos y deberes
esenciales, sino también a muchos de estos a vivir con cierta impotencia ante
tales realidades y eso es precisamente el resultado de la estrecha visión de
los gobiernos americanos que se han conformado con servir a los colonizadores y
no a servir a los pueblos. Por eso Bolívar al analizar la realidad social
latinoamericana consideraba a la educación como una necesidad para el ejercicio
de la vida pública vista en dos direcciones, la primera, en la educación que ha
de tener el gobernante para orientar los destinos de su nación y la segunda, en
la visión que ha de tener el gobierno para potenciar en los ciudadanos una vida
con templanza, sabiduría, y valores morales legítimos. Esta idea la esboza en
el Discurso de Bogotá en enero de 1815 al referir:
“(…) la sabiduría, el valor y la
templanza producen en el alma un orden y una armonía en sus funciones, que
Platón llama justicia interior .La justicia exterior es solo la realización de
un orden análogo en la sociedad. El hombre más justo en sí mismo es también el
más justo en sus relaciones con los demás. La justicia lleva en sí la beneficencia.
Hay que hacer bien a todos los hombres; no hay que hacer daño a nadie. No se
debe volver injusticia por injusticia. ( la justicia es la reina de la virtudes
republicanas y con ella se sostienen la igualdad y la libertad”.
Aquí se hace explícita la concepción de
justicia que se articula en la trilogía Roussoniana Igualdad, Libertad y
Fraternidad, la cual fue acogida y defendida en su lucha por la emancipación
social.
Bolívar consideraba la justicia como la
virtud esencial, siendo ésta el establecimiento de un nuevo orden que ha de
tener en su base el reconocimiento de la igualdad de derechos de todos los
seres humanos, la oportunidad y la condición externa para una buena vida.
El logro de la justicia a costa de
sacrificio personal es la más elevada virtud que Bolívar tuvo como
revolucionario entregado a una causa que lo acompaño en su vida y sus
concepciones alumbrado por el sentido de entrega a la patria y a los ideales
más legítimos que haya defendido.
El ideal que lo consagró por siempre a la
vida sacrificada y entregada a la causa de la liberta está refrendado en su
epistolario y que se materializa en ideas muy profundas en torno a la moral y
al sacrifico. En relación con éste último aseveró:
“ (…) no es para mí un sacrificio, es
para mi corazón un triunfo. El que lo abandona todo por ser útil a su patria,
no pierde nada, y gana cuanto le consagra”.
Asimismo se refirió a la utilidad fortuna
en la Carta a Pedro Briceño Méndez, “La fortuna no debe luchar vencedora contra
quienes la muerte no intimida; y la vida no tiene precio sino en tanto que es
gloriosa”.
La conformación de un corpus moral
sistematizado no estaba en el centro de la actividad del libertador, pues para
entonces tenía otras urgencias y más que con la teoría estaba comprometido con
la transformación de la vida y de los hombres y mujeres del continente. Sin
embargo, al tiempo que se consagró en la actividad revolucionaria planteó en
varios de sus escritos su concepción ético – moral y como debía ésta regir la
vida de los ciudadanos y el gobierno.
La moral bolivariana se articula de
manera natural con sus aspiraciones de bienestar social y libertad moral. De
sus sentencias más diáfanas en relación con el Ideal moral figura: “ Nada sino
las malas acciones, deben molestar a los hombres sensatos.
Le atribuye Bolívar una importancia
capital a la moral, la concibe como el sostén de la sociedad y el fundamento de
la vida. En la carta a José María Castillo Rada dice: (…) la destrucción de la
moral pública, causa bien pronto la destrucción del estado.
En el congreso de Angostura ya había
planteado: “ moral y luces son nuestras primeras necesidades“, aquí está
subrayando la importancia de la educación y la necesidad de su preparación para
participar en la vida pública porque para él, la educación era fuente
liberadora y podía contribuir a eliminar las
diferencias entre los hombre, por ello en su práctica política nunca desestimó
la educación y por el contrario contribuyó a su desarrollo , a través de la
creación de escuelas y universidades, en Guayaquil y el Perú., Caracas y
Colombia.
A partir de estos elementos podemos
plantear que la posición ética de Simón Bolívar se manifiesta en la
consagración a los cambios sociales, en la eliminación de toda forma de
discriminación, en el establecimiento de las indispensables garantías sociales,
paz e igualdad de derechos, y en esta dirección apunta valores como justicia,
lealtad, fidelidad, donde la justicia se convierte en el núcleo duro de su
imperativo ético – moral, en tanto es la virtud que le concede a cada cual lo
que le corresponde por derecho y por supuesto el compromiso de luchar por su
defensa.
El aspecto moral y la educación ciudadana
fueron una permanente preocupación para este luchador porque veía en ellas el
sostenimiento de la causa de la libertad y del individuo mismo. Aquí nótese una
convergencia con Martí en su máxima “ser cultos es el único modo de ser
libres”.
La referencia a José Martí (1853-1895) en
estas reflexiones más que casual es obligada, pues si en América Latina hay un
pensador que se acerca de manera casi natural a Simón Bolívar ese es
precisamente Martí, no sólo por su ideal emancipatorio y sus ansias de
independencia, sino también, por la convergencia de sus concepciones éticas y
educativas.
El ideal moral de José Martí constituye
la cumbre del pensamiento ético en Cuba y la más elevada expresión de la ética
de liberación nacional y continental ya propugnada por Bolívar, enriquecida por
Félix Varela, José de luz y Caballero y Enrique José Varona. En este sentido la
moral desde la óptica martiana se caracteriza esencialmente por la negación del
individualismo y el cumplimiento del deber social de mera sencilla y natural.
En la atención brindada por el Maestro a
los valores es determinante su modo de percibir a los hombres y su conducta.
Los capta en la realidad, en su cultura e historia con sus ideales, paradigmas,
relaciones y conducta. Los valores morales son el núcleo de su axiología y
otorgan connotación ética a su humanismo. Los valores morales y la riqueza
espiritual tienen un significativo lugar. Considera que mediante la
aproximación al bien, la verdad y la belleza, el hombre se perfecciona.
Las virtudes en el humanismo martiano son
valores morales. Tienen una especial relación con el bien: de él parten y hacia
él retornan hechas conciencia una vez incorporadas a la vida humana. Este
recorrido encuentra perfeccionamiento con la incorporación de la verdad y la
belleza.
Aunque a lo largo de la obra escrita de
José Martí pueden encontrarse diversas reflexiones sobre los valores morales,
en La Edad de Oro aparece un concentrado diáfano que enfatiza el presente y
apunta al futuro. Los niños son la encarnación del tránsito del ser al deber
ser, el cual se alcanza con el esfuerzo del hombre.
En su obra dedicada a los niños de
nuestra América aspira a que los mismos sean “hombres que digan lo que piensan,
y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros”. La sinceridad se entrelaza con
la honradez y la valentía: “Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve
a decir lo que piensa, no es un hombre honrado” y enfatiza la lucha para ser
honrado y para que todos los demás lo logren. Cada cual debe autoperfeccionarse
y contribuir al perfeccionamiento de los otros. Martí indica el camino: el
estudio, el trabajo, el sacrificio eternos.
Las concepciones éticas Martianas tienen
su base en el humanismo revolucionario que apunta al perfeccionamiento del
hombre, a hacer culto al amor y al mismo tiempo, apela a la lucha y al combate
para preservarlo. Éste se articula con otros no menos importantes para Martí
cuya jerarquía se va a ir imponiendo de acuerdo a las necesidades y el momento.
Se ubican por su constancia y renuencia la sinceridad, la dignidad, la
humildad, la honradez, la honestidad, la solidaridad, el patriotismo, el amor y
el cumplimiento del deber.
En el ideario ético martiano el amor, el
humanismo y el patriotismo forman una triada indivisible que explica por si
misma la fuerza propulsora de la transformación, a partir de la convicción de
lo esencialmente significativo en la vida.
El amor como fuerza humana suprema, valor
en sí mismo y conducto de valores, se acopla armónicamente de modo especial con
el patriotismo, concebido por Martí como síntesis de todos los valores. “El
patriotismo no es más que amor”.
La alta estima por el patriotismo y su
asunción como valor que funge como prisma e imán se observa en el pensamiento
martiano desde muy temprano. Es derrotero de su humanismo. Su humanismo es
patriótico. A él se llega mediante el amor y el razonamiento. Por eso permea
toda la subjetividad social e individual.
Las aspiraciones de superación humana
asentadas en todo un sistema de valores morales, con el patriotismo como eje
medular, conducen al hombre constantemente a otros dos valores. Estos merecen
distinción especial por constituir fundamento de la patria en el futuro y ser
aspectos claves en la lucha revolucionaria. Son la dignidad y la justicia.
La dignidad es autoestima, vergüenza,
elevado precio de la condición humana y respeto irrestricto por poseerla.
Significa posibilidad de pensar y actuar por sí mismo y fuerza que anima a su
humanismo y lo diferencia de una misericordia superficial. Es el bien preferido
por Martí para el futuro de la patria, cuyo fundamento ha de ser que “en la
mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier
mejilla de hombre”. Martí aspiraba a que éste se manifestara en la conducta de
los hombres, en toda su actividad y en todas las relaciones humanas, las cuales
han de desarrollarse sobre la base de la justicia.
La igualdad social es la base de la
justicia, concebida ésta como valor moral. Le recalca a Manuel Mercado su
pasión por ella como antítesis de la infamia y la violación del derecho. De ahí
que consideraba que la pérdida del sentido de lo justo propiciaría el descenso
humano.
El ideal martiano de justicia se expresa
en su concepto de república, que como proyecto alternativo ante el dominio
colonial español, representa una nueva visión de los problemas humanos y a la
vez que reproduce el pensamiento liberal de la época, lo supera al concebir la
revolución de liberación nacional como una condición para la liberación
individual y de toda la sociedad.
Para Martí, alcanzar la justicia
presupone la realización de diferentes transformaciones: crear una cultura
original e integradora de lo mejor de la humanidad y de la historia patria; en
lo económicosocial lo fundamental es borrar el atraso y disminuir las grandes
diferencias sociales; en lo político es establecer un estado independiente y
soberano, basado en la democracia más auténtica y la igualdad social; en lo
jurídico lo conforma un derecho especial de garantía de igualdades ante la obra
social.
En el pensamiento ético martiano se
aprecia una articulación ético-política que emerge como resultado de una visión
socio-cultural antropológica, con sus determinaciones histórico-políticas y su
aplicación consciente al análisis de la sociedad.
La vinculación ético-política en el
pensamiento martiano responde a la convicción de no ser alcanzable la
emancipación humana y de la patria solamente mediante la moral puesto que no
hay revolución sin la creación de una nueva ética. En él nunca desaparece la
prédica de la moral encaminada a la superación humana, porque no desprecia su
capacidad para perfeccionar y liberar al hombre.
La libertad está estrechamente
relacionada con la capacidad racional humana, con los conocimientos. Con ellos
pueden aparecer las soluciones que tendrán a la política como la vía para
realizarlas.
Hay en la obra de Martí un rico ideario
ético-político, consustancial a un humanismo pedagógico que da primacía a los
valores. No es posible olvidar que estamos en presencia de un hombre fundador,
cuyo pensamiento y praxis los puso en función de la formación humana del hombre
de nuestra América. Toda su obra es formativa, en esencia; siempre lleva un
mensaje de perfección humana, para la ascensión del hombre.
La multiplicidad del pensamiento ético –
educativo Martiano y Bolivariano radica en la diversidad de valores que
esbozaron y la profundidad que connota su importancia al expresar la relación
entre las diferentes miradas del problema moral en su vinculación con lo humano
trascendente para el hombre, la patria y la región. Ello hace al mismo tiempo
convergente las concepciones de ambos pensadores que a pesar de las distancias
se aproximan por su identidad política, cultural que hacen que cada vez más
Cuba y Venezuela sean miradas y percibidas desde una realidad específica y
común.
Por la trascendencia de sus ideales,
Simón Bolívar y José Martí son y seguirán siendo paradigmas de los pueblos
latinoamericanos que aun tienen el desafío de hacer realidad sus sueños de
lograr una América libre e independiente, en el marco de la gigantesca crisis
que compartimos con todos los pueblos de la Tierra, se hace verdad cotidiana la
fe sencilla y profunda de José Martí en el mejoramiento humano, y en la
utilidad de la virtud.
Dra. Diana Sedal Yanes.
Profesora TitularFacultad de Ciencias Sociales. U.O
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